Escribir es un ejercicio de higiene mental. Terapéutico. Las ideas, desordenadas en la cabeza, se hilvanan y relacionan entre sí, para finalmente expresarse de forma limpia y clara. Cuando uno relee lo escrito, muchas veces ve que lo que en su cabeza tenía sentido, sobre el papel es algo desestructurado e ininteligible. Otras veces sencillamente nos damos cuenta de que hemos escrito una parida de impresión. Esto nos permite volver a dar forma a nuestros pensamientos, replantearnos cosas, y en definitiva reflexionar. Al final, si hemos conseguido escribir algo con un mínimo de coherencia, será el resultado de un proceso de maduración personal, lo que a la postre es también una muestra de respeto ante aquellos que van a leernos. La vida me ha llevado por derroteros técnicos; pero siempre me gustó escribir. Cuando de niños en clase de Lengua Castellana nos mandaban hacer una redacción -La madre Dionisia era una jueza implacable- mis compañeros resoplaban y escribían d...